Redundancia
Sé de buena fuente que ya nadie te escribe.
Que toman prestado un nombre,
roban canciones y las envuelven en flores
que riegan con saliva vieja.
No hay quien se tome la molestia tremenda
de sembrar cielo en tus pestañas
ni de dormir el universo de río seco
que nace en todos tus centros,
morada de zanates y de insectos verdes
con cascabeles de anochecer
riéndose todo el viento de Luna gris
mientras el reloj se detiene.
Nadie más lo intenta, nadie más te escribe.
Ni yo que trato de dibujar
una goma con qué borrarte cada línea
y terminar sin horizontes
sé quedarme callado y sería mejor
que seguir robándote frío,
que navegar con la cabeza tan vacía
y seguir sin decirte nada.
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