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Mostrando las entradas de diciembre, 2013

El séptimo mes de la semana

En este mes de tantos domingos que no fueron tres o cuatro ni sólo cinco. Yo al menos conté trece y me asustaría si el trece no fuera bueno en este mes justo en este mes de número siete en que el agua me vuela el pelo en que el aire me moja la cara y me pule el cuerpo como de roca es ahora que aunque crezco no me alcanza la vida para contradecirme tantas veces ni encender la lámpara oculta en mi refugio de luna llena.

Farsante

Ya no tengo poesía para contar los días que se han ido dejándome a la vera del camino. O quizás nunca la tuve y sólo se reían de mí los cuentos inconclusos bajo el racimo ocre de la noche. Pregunto a todas las alas del aire si llegó finalmente la hora sin respuesta quedo mudo y pregunto de nuevo. Es quizás que cada vuelo es destino y no a pedazos pero sí por partes se dislocan las horas.

Farola

No puedo llamarme solitario en primaveras así con tanto ruido en la calle y tan corta la vípsera de los candiles colgando de madera podrida como dientes amarillos en la cara de la noche. Imposible cosa estar solo con esas luciérnagas terribles de luz muerta devorando el cielo cuando vuela el halcón.

Manantial

Existe todas las mañanas un lago de marea invertida que descansa con la Luna y crece entre los riscos del valle. En el bosque escondido entre las piedras se duerme sueña en los albores del día cuando lo mecen las olas de los cuatro rincones del mundo. Las colinas lo miran miran su sed y lo llueven con sus ojos lavan el espejo frío que sube durante el día. Cada rocío es el lago que crece hacia el mar del aire que respira el invierno que serena que calla.

Timonel de la última barca

              I No sabía que lloviera a la vera del Estigia Pensaba yo que nacía de los lamentos del hombre no de mí que a su paso abrevo y lo mezco muy suave en mi sonrisa. Que soy, de su cauce, tributario y ningún otro arrollo le besa la cara con tanto amor como el doble eco de mí mismo.              II No sabía que llorara el Estigia una cascada dulce y brillante que cae al cielo, que vuela en círculos sobre el aire lejos de la sombra del hombre. Que siempre insiste como hacen los necios en crecer al río con los ojos falsos del abismo.

La muerte blanca

Le dicen mortaja al vestido blanco y lo es más por casualidad que por genuina oscuridad bajo la tela y es terrible como llamar estorbo a las nubes en la frente roja del Sol. Su corona de gala. Es ingrato como llamar nupcias a la tinta del papel oculto bajo cualquier nombre. Mejor llamar lo que es por su nombre: velo divino aurora gris perjuros.

Respiro

Antes de dormir respiro hondo, muy hondo. Hábito necesario para el sueño de los solitarios. Al respirar se hace espuma la vida y todo desaparece en olores carmín con viento de esmeralda torrentes de corteza parda noches de azul naufragio. Al respirar todo se vuelve un torbellino se gasta un soplo de vida y se convierte en visiones de la noche para exhalar el veneno que toma forma en nuestros ojos como el último sueño de los solitarios.

Lodo

Revolcarse en el lodo, dicen, es cosa de cerdos Difiero Ni siquiera lo lamento y difiero con toda fuerza Revolcarse en el lodo es cosa de amores Del mar y la tierra jugando a ser barro Olla Plato Hogar del aire y nube del fuego Dos elementos felizmente vueltos lodo Hechos uno Para reir y acariciar las manos que quedan más frescas. Tierra fragante y lozana Agua fuerte Agua nocturna Que nadie sienta que la tierra no debe acariciar el mar O que el estanque no debe descansar sobre la roca Son ambos el poder verdadero Titanes invencibles que se conocen cada noche para nunca olvidarse.

Escarlata

No se retuerce por la caverna el dragón alado. Avanza firme sin cautela porque puede oler el futuro Firme pero despacio por las cuevas de roca marina rocas de sal dulce pulidas por las estrellas avanza el dragón con cada garra uña por uña vuelan sus escamas por las piedras exhalando destino Va la noche delante del dragón por las cavernas de diamante y rubí perfumado. Se detiene en el umbral del abismo extiende sus alas pisa las perlas de agua con la paciencia de sus siglos y duerme duerme entonces la bestia noble y soberana volando en sueños por su caverna.

Naufragio

Cuando se navega mucho dicen que uno se aleja de la costa pero en realidad es la Tierra la que se va y nos deja secos en el agua. Se cree que uno se aleja para explorar el mundo conocer otros soles descubrir nuevas flores o conocer, al fin, el amor Y lo cierto es que el mundo nos explora y nos envuelve de nubes y nos oscurece con niebla y la sombra blanca de los días nos lleva a la deriva y las playas de oro nos abandonan. Subimos a nuestra barca no para dar la espalda sino por ver mejor la vastedad de lo que es bello pero nos traiciona la belleza que se aleja se va se pierde aunque rememos con los dos brazos navega y sigue navegando en dirección contraria más fuerte que las montañas de agua hasta que descubrimos que no es la marea sino el polvo quien nos abandona para siempre en un mar de arena.

La fuente

En los instantes de felicidad me retuerzo no grito porque soy muy discreto y ante el dolor, muy ecuánime y ante la muerte, su amigo excepto en esos instantes de hielo perpetuo cuando me pierdo de la espuma limpia fresca y muy transparente muy quieta siempre lejana cuando no estoy para recoger el rocío recién nacido o beber del manantial de plata con su halo de plata y sus gotas de plata y su agua tan brillante perdiéndose en el mar. -Diciembre 17, 2013

Invierno

                       I Ojalá este invierno sea un genuino invierno Que el Sol frío marche por las hojas de los árboles Que la esperanza de los tontos se marchite Que se duerma la muerte.                        II Me gustaría que este invierno se llamara primavera porque todo renace mientras duerme Todo sueña con el cobijo y el vapor tibio que es en sus sueños más grande Más puro Y más bello crece todo. Esos sueños que tardan meses en crecer y a la llegada de la mentira que llamamos primavera Despiertan y entonces mueren la muerte de los santos para nacer otra vez en el invierno.

Adiós

No es que me cueste decir adiós (palabra muy corta y por demás envilecida) porque empezar fonías con 'a' resulta simple De ejecución fácil: Amor de cristal fino (pero finalmente, cristal) Amanecer de invierno Abrazo Es fácil empezar con 'a' el peso viene al terminar el sonido. ¿Cómo se cierra el espacio? ¿Cómo se termina el principio? ¿Cómo se pronuncia dios luego de la 'a'? ¿Cómo suena el mar desués de la 'a'? Mi brazo no necesita 'a' para pasearse por la calle. No necesita una 'a' que vuelva a dejar la ira vacía al final de otra 'a' cuando yo aún no decido si aman y ser debieran vestirse en una sola palabra.

Mnemósine perdida

Pasa seguido que olvido tu rostro de maple de mirra regalos para el rey oculto Rostro mítico esculpido en estatuas bajo la tierra. Cada gesto me mira desde el río de perlas cuando sin buscarte te encuentro con cada herida tuya apareces frente a mí apareces desde tu nada cada victoria en tu rostro de incienso de coral cada vida un mapa en tu rostro que olvido justo antes de que aparezcas.

Ceguera

Vi directamente al Sol sin metáforas de ningún tipo vi directamente al Sol con los ojos cerrados y el Sol me miró. El agua me abrazaba con sus espíritus de agua tan callada como siempre con sus destellos de plata. Vi al Sol detrás de la bruma con mis ojos lo vi me arropaba suave esta vez y me recordaba un alma que ya nunca encuentro al menos que el Sol me mire y me devore el agua.

Autorretrato

Te dibujaste tal cual eres en mi pared blanca Tu rostro fino tu sonrisa clara y completa tus ojos como buscando siempre llenos. Dejaste con tu mano una huella en mi pared blanca sin sangre ni ceremonia mayor como prometiendo la nada completa. Dejaste más que una foto que tan bien ahuyenta la realidad la carne limpia y breve de tu rostro en mi pared blanca.

Sillage

Cada día una y otra vez regresa el aire tuyo el respiro la exhalación dulce  profunda exhalación del aire bello de tu nariz suave de tu pecho de tu hogar del abismo de tu vientre y del vuelto de tus brazos que duermen y duermen en la arena.

Las horas desnudas

Son espinas en plena flor las horas desnudas Y aunque recién nacidas, son muy duras y crueles las horas desnudas; Frescas, lozanas dejando en su camino heridas rojas las horas desnudas Son jardines colgantes como lluvia verde de estrellas las horas desnudas; Forjan el cosmos vertical, y blanco y negro las horas desnudas; Crecen y se enredan bajo los árboles sus tiernas espinas de flores rojas Crecen y se escapan con sus hilos congelados de flores rojas Se espesan bajo el sol amarillo y demoran la sonrisa de la noche abandonada las horas desnudas.

Profecía

Tiene usted mucha razón querido desconocido mucho demasiado rima con el dolor y poco queda por decir o más bien mucho que lamentar. Se apagan muchas luces que la noche enciende temprano y el sol brilla demasiado fuerte y muy poco sincero, como siempre con tantos cristales rotos. Tiene usted, insisto, mucha razón en que hay versos más certeros para mover lugares paredes y otros enseres domésticos que estorban el paso del aire. Disminuyen las luces pero no con el techo del invierno sino con el complejo de mártir con los corazones y su disfraz de ciego quejándose del ruido de la lluvia.

La muralla

No estoy muy seguro si he quedado atrapado en el jardín detrás del muro o es el cielo el que se ha vuelto una pared infranqueable sin media pizca de aire para volar. Acaso esté dormido cautivo o enterrado en el espacio sobre la tierra y no puedo moverme por hereje de las sombras como le sucede a toda brizna de hierba que se da la oportunidad de negociar sus raíces arcaicas y rotas. Probable es que no pueda caminar porque floto porque soy partícula minúscula de ladrillo o cal o hueso de barro que ancla la puerta del cielo a moverse siempre.

Extravío

Olvidate, hijo mío, que exististe. Debes olvidar siempre que no eres más que un grito de nubes de montaña, un vuelo de halcón que ya no resiste el frío mudo de la aurora y tu semblante, el viento más puro de frutas y azahar, se rompe en lluvia, desierto y cristal, se marchita el sueño que antes burlaste. Olvidate, muchacho, de los campos que pudiste haber sido en tus sueños donde crecía siempre el nomeolvides. Olvídate. El arroyo es tu rostro y tus ojos las gotas de rocío donde ahora te arrulla la muerte.

La única promesa rota

       I Soy injusto ahora me doy cuenta al sufrir por el aire frío que se vuela entre mi sombra que viaja lejos de mis ojos. Sufro por mi aliento sin aire sin pensar si al aire le sobra espacio. He sido injusto, muy injusto por dolerme de falta de agua por gritar de sed a solas con el llanto seco del abandono con la saliva hecha polvo. Me duelen mis manos sin agua sin pensar si el agua canta su propio olvido. Soy arbitario y terrible por sentarme en silencio tejiendo mi alma en hielo con ansias del resplandor perdido con el hueco infausto de vela sin lumbre. Me permito congelarme sin fuego sin pensar si el fuego renace de sus cenizas. He sido déspota desde el principio lo supe al vivir lejos de la tierra añorando su estampa en mis pies añorando su lengua de sal. Sobrellevo mi mundo sin rocas sin pensar si las rocas ya se han vuelto nube.        II Hice una promesa de cara a un estanque como un mar en el tiempo...

La perla

Cuánto he anhelado el mar sin saberlo Pero no la arena que duerme bajo el sol Y quema los ojos Entre las nubes del mar. El mar bienamado El mar que guarda en el cofre eterno de coral Una perla de rosicler y azafrán que sueña sobre las olas Perdida por su propio manto Hendida su coraza de cielo por el filo de la lluvia y el trueno En sus sueños de aurora Hasta que un día despierte.

Día dos

Se apagaron por fin las estrellas en el País de las Sombras En un hermosa y profunda oscuridad. La noche sin nubes cae sobre la lluvia Absorbe cada mano Cada flor y cada fragancia nueva Para sofocarla en una canción A ras del viento. Se acabo finalmente el vuelo Y se consumió el aire entre los dedos de la espuma Lejos muy lejos donde nunca vuelve a amanecer. Donde todo es devorado por nada Donde se lava toda sonrisa por nada Donde nada luce su vestido en el agua. Se escondió paso a paso la noche Con cada estrella que apagué en el piso en el País de las Sombras.

El columpio

Traté de regresar al parque una noche en que terminaba la semana pero, curiosamente, no lo encontré y me tuve a bien conformarme en el pasto de un prado triste. Digo que tuve a bien porque al menos el prado tenía estrellas de niebla que van bien con el café, el cigarro o ambos. En eso estaba yo con el libro de siempre cuando traté de, esta vez, volver a casa. Caminando sin tanta prisa iba yo cuando a la vuelta di con el parque que había buscado antes. Aún tenía algo de tiempo y  nubes así que fui a sentarme un rato en la llanta encadenada que solemos llamar columpio. Lo hice sin mucha pena porque era de noche y ya no había niños que se espantaran con la obscenidad de remojar recuerdos en el café. Luego de mucho suavizar la memoria en mi taza tibia (los vasos de plástico hacen que el aroma se ensucie) caminé un poco por entre los juegos. Sabía que atravesando la calle había una iglesia así que reconocí su presencia para ignorarnos (como solemos hacer siempre las iglesias y yo) y s...

Día uno

Te perdí ya una vez una y mil veces te fuiste caminando despacio a cada vuelta del verano dejándome solo en los días del Sol cuando mayor es la Sombra. Me perdí ya tantas veces desde aquella única vez en que quise correr a las puertas del invierno para encontrarnos de nuevo como cada noche de la Luna bajo la luz de los árboles.