Omega
I
La muerte siempre ha sido mi amigo y mi amiga
siempre de mi lado
a veces caminando a mi izquierda
a veces platicando a mi derecha
a veces detrás recogiendo piedras
o viendo a las hormigas florecer
a veces delante muy lejos contando los carros
o corriendo detrás de una visión en el aire.
Cuando viajábamos en auto
se sentaba en el asiento trasero también
junto a mi hermano y junto a mí.
Reía en silencio de nuestros chistes
y se enternecía con nuestra tristeza.
Era en esas ocasiones cuando más cerca se atrevía a estar:
bajaba yo la ventanilla del auto y el mismo aire
nos mandaba la misma caricia.
Durante los recesos de la escuela
la muerte miraba mi sandwich y mi agua de limón con esmero
como si tratara de decidir cómo hacer un mejor pan
o cómo volver eternamente pequeña una gota de agua.
Si caminaba por algún terreno valdío,
la muerte era una hierba solitaria
que tomaba el sol
o era luz de luna cuando volvía tarde con mi bicicleta.
II
Ahora la muerte vive más cerca y pasea alrededor de la casa
Mira feliz cómo crecen las plantas durante el día
sopla en las alas de los mosquitos
me observa tomar café
la cabeza en su mano
la mano en la mesa
mientras sonrie satisfecha y tranquila
como todo aquél que conoce su futuro.
Ha pasado que justo a la mitad de la noche
despierto agitado porque siento el sonido de la muerte.
Se escucha con las manos o la oreja
y rara vez con los pies.
En ocasiones sólo tuve un sueño donde tocaba ligera a mi puerta
y se asomaba un poco
pero bastaba el sueño para darme cuenta que estaba despierto
y la recordaba con nostalgia
como extrañando el invierno.
En ciertas mañanas me despierto
(los días más grises, cuando más brilla el sol)
y la muerte me espera sentada en mi cepillo de dientes.
A veces se contenta en espiarme invisible
sonriente
o distraída en ver figuras en la pared
pero siempre sonriente.
No suele vestirse porque no hay pudor en morir
y prefiere su reflejo en el espejo negro de la televisión.
Cuando veo caricaturas o aprieto mi ansiedad
con el control remoto se sienta en un sillón
y me acompaña recargada cómodamente
justo frente a la pantalla.
III
Hoy la muerte fue estrella fugaz sin rastro.
Viajó con prisa saludando de lejos
como esos amigos que no se detienen
por tanto amor que llevan dentro
y que obsequian con un sólo movimiento de la mano.
Esta noche la muerte se sienta a mi lado a verme dormir
otra vez se sienta, se acuesta un rato, pasea
y me cuenta historias cuando sueño
muchas veces historias terribles
para que al despertar
sienta que la muerte es en realidad la vida
que recién amanece.
La muerte siempre ha sido mi amigo y mi amiga
siempre de mi lado
a veces caminando a mi izquierda
a veces platicando a mi derecha
a veces detrás recogiendo piedras
o viendo a las hormigas florecer
a veces delante muy lejos contando los carros
o corriendo detrás de una visión en el aire.
Cuando viajábamos en auto
se sentaba en el asiento trasero también
junto a mi hermano y junto a mí.
Reía en silencio de nuestros chistes
y se enternecía con nuestra tristeza.
Era en esas ocasiones cuando más cerca se atrevía a estar:
bajaba yo la ventanilla del auto y el mismo aire
nos mandaba la misma caricia.
Durante los recesos de la escuela
la muerte miraba mi sandwich y mi agua de limón con esmero
como si tratara de decidir cómo hacer un mejor pan
o cómo volver eternamente pequeña una gota de agua.
Si caminaba por algún terreno valdío,
la muerte era una hierba solitaria
que tomaba el sol
o era luz de luna cuando volvía tarde con mi bicicleta.
II
Ahora la muerte vive más cerca y pasea alrededor de la casa
Mira feliz cómo crecen las plantas durante el día
sopla en las alas de los mosquitos
me observa tomar café
la cabeza en su mano
la mano en la mesa
mientras sonrie satisfecha y tranquila
como todo aquél que conoce su futuro.
Ha pasado que justo a la mitad de la noche
despierto agitado porque siento el sonido de la muerte.
Se escucha con las manos o la oreja
y rara vez con los pies.
En ocasiones sólo tuve un sueño donde tocaba ligera a mi puerta
y se asomaba un poco
pero bastaba el sueño para darme cuenta que estaba despierto
y la recordaba con nostalgia
como extrañando el invierno.
En ciertas mañanas me despierto
(los días más grises, cuando más brilla el sol)
y la muerte me espera sentada en mi cepillo de dientes.
A veces se contenta en espiarme invisible
sonriente
o distraída en ver figuras en la pared
pero siempre sonriente.
No suele vestirse porque no hay pudor en morir
y prefiere su reflejo en el espejo negro de la televisión.
Cuando veo caricaturas o aprieto mi ansiedad
con el control remoto se sienta en un sillón
y me acompaña recargada cómodamente
justo frente a la pantalla.
III
Hoy la muerte fue estrella fugaz sin rastro.
Viajó con prisa saludando de lejos
como esos amigos que no se detienen
por tanto amor que llevan dentro
y que obsequian con un sólo movimiento de la mano.
Esta noche la muerte se sienta a mi lado a verme dormir
otra vez se sienta, se acuesta un rato, pasea
y me cuenta historias cuando sueño
muchas veces historias terribles
para que al despertar
sienta que la muerte es en realidad la vida
que recién amanece.
Comentarios
bravo!!!
no solo me gustó
me encantò y me conmoviò ...
asi muy dentro
asi no se como!!
jajajaja