Tanta gente estúpida y a mí que me basta echare ojo al espejo.
Aún viendo por la ventana
se asoman los reflejos y mis pestañas
Nada más.

No admiro a la gente impecable
pero me gustaría probar sus sueños de locura e infalibilidad
aunque fuera solo una noche.
A lo mejor así se desenraiza el velo terrible,
el cabello arrancado con furia,
la sangre devoradora,
las ganas terribles de romperme del mundo:
dientes,
uñas recién cortadas abriendo zurcos en los párpados.

Lo siento, sombras, no las detesto a ustedes,
no se sientan mal.
Ustedes están ahí afuera viéndome
yo sólo rumio mi pesar
y lo trago con un chocolate
que se burla del rechinido de mis dientes.

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