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Menuda y frágil máscara envuelve un sol naciente,
amanecer sin freno;
cuando es más bello adivinar una silueta
a contraluz;
piel a contraboca.

Ninfa cantora rugido 
entre las sombras del desmayo.

Corpúsculos ondulantes de caoba y mirra
babean por un sólo roce de mis manos.

Perece la Edad del Sol
al desvanecer su sonrisa
y desfallece la muerte entre sus brazos,
tibios y frágiles,
como la eternidad del alba.

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