II Cada noche, cuando temo, te abrazo de lejos para estar contigo a solas. Como con un recuerdo vivo. A veces te necesito más aquellas veces en que el cilicio de mi corazón se apretuja restalla el látigo de siete colas para destrozar la carne de mi necedad. Entonces la Luna se cubre con alas de espanto y la oscuridad gobierna la Tierra.
Entradas
Mostrando las entradas de septiembre, 2011
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Tirano Otra vez muerden los cerdos la carne dulce de la memoria. Otra vez roen la noche con su baba espesa. Otra vez me descubro un cerdo. No el mayor, no el más terrible; el más lento, el más ínfimo de los cerdos masticando el desecho y llenando mis costillas de mugre. Muerdo feroz mis patas para seguir devorándome sin escape. Muerdo mis orejas estorbosas para escarbar mi propia inmundicia. Muerdo mis ojos para que la necedad de la luz no ensordezca mis uñas podridas. Vomito mi corazón para poder deshacerlo a mordidas y volverlo a vomitar. Muerdo mi trompa llena de berrinche intestinal; de ácido y bilis. Muerdo y trago mi lengua para evitar cualquier reclamo infecto de la cordura.