Crónicas Esteparias 1

Me han llamado dicharachero, chorero y cantinfleador; será el sereno pero en aras de hacer este espacio menos borroso por tanto verso, he de escribir algo más... "prososo" (quería evitar prosáico por puro orgullo, pero me temo que sí lo sea) y más epistolar. De cualquier forma, si me cansa o me llega a parecer burdo, siempre puedo borrarlo. En fin.

Quizás necesitaría al menos 1 década más para ampliar mi punto de vista y disfrutar más; o quizás necesito sumergirme en la cotidianeidad de la marea humana. Entonces podría decir: esto es vida; vida de soltero, disfrutable y envidiable vida de soltero. Hoy sólo abro la puerta y me recibe el Sí bemol del refrigerador y los discretísimos gritos vecinales. Me saludan las heredades de mis padres: lujosos regalos de comida, especias y menesteres cotidianos. Llego a la sencillez de mi vivienda; muy simple quizás, solitaria, pero mía, el cubil del lobo, "El Palacete del Yango" (o La Caverna, o ambas). Estar solo acompañado es una cosa, estar solo solo una muy distinta; igual con una delgada pero visible frontera de la soledad que aún permite, luego de la brega diaria, saborear el éxito de volar solo, con mi propio aire y mis alas al sol y a la noche.

Por eso no cae mi ánimo en lobregueces; por eso y mis benditas ganas de vivir viviendo. No rechazo la muerte ni mucho menos la temo; acaso me atrae su sencillez y su aventura (la última) o su delicadeza para frenar la toma de decisiones, se cual sea su atractivo, no la rechazo... pero me maravillo de vivir y respirar y de la hoja en el árbol, el olisqueo de los cachorros, el trino de cada ave, los pasos torpes y la risa franca de los niños, el viento fresco, la luna de octubre y las estrellas del invierno. Si fuese momento de partir, odiaría haberme mantenido empañado, poco claro; odiaría terminar el día en oscuridades reales de enfado y venganza; odiaría, más aún, irme sin decirte cuánto te quiero, la explosividad de mi sentidos al recordarte, la profunda necesidad de mi buen gusto. Prefiero exponerte mis verdades; prefiero ese resquicio de incertidumbre en mi pecho hoy, que jamás haberte visto entre las alas de la noche.



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