Deva (Génesis 1:2)

Escogí un lugar perfecto para morir:
el día nueve.
Los días nueve nunca se termina el mundo
y por eso es bueno continuar muriendo
(vivir se puede hacer cualquier otra noche).

Concientemente me retiré de la vida
y de los brazos fuertes,
de los hombros,
de los ojos mirando las estrellas.

Me retiré, un paso a la vez, del aire
viendo de frente
mientras mis pies andaban solos
sin jardín del Edén.

Descubrí que moría cuando di vuelta a la llave
y miré dentro de la noche
respirando un viento nuevo.
Estaba muerto ya cuando entró la tierra a mi s pulmones
y vi la luz apagar mis ojos
mientras las olas olvidaban la arena.

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