SERENO Las ocho quince y todo sereno. Sereno el día que es noche y sereno el árbol sin hojas que fastidien sus ramas. La luna se durmió hace rato y yo despierto solo; yo, desierto, como siempre. Solo, con el mundo en rotación y traslación de estúpidos que son el mismo escribidor madrugando en los polos. Y más se reprocha la soledad cuando uno ha abandonado a todos; cuando el deseo es concedido. Nadie que escriba con la tinta férrica de eritorcitos. ¿Que inspiro? será a olvidar y nada más. Todos recuerdan pero nadie mueve los labios y el sol se demora en el sureste.